sábado, 22 de enero de 2011

Un café casual

Dos personas, no muy diferentes a usted lector y yo autor, se encuentran en un café común y corriente. Sin ningún significado en particular, pide uno una chocolatada y el otro té, o sea, todo menos café. No se dirigieron la palabra. El ambiente se cortaba con la punta de la servilleta que se encontraba debajo de las medialunas, ésa que tenía la impresión del logo del negocio con el nombre. Ni siquiera una mirada. Tal era la tensión que, si prestabas atención, parecía que hasta los confites de regalo contenían la respiración.

Esas personas de repente comienzan a hablar, sobretodo una de ellas. No, ésa no, la otra. La que tenía el ceño fruncido. Fue una plática como de antiguos amigos, remarco “antiguos” por no decir “ex”. O sea, había bronca. Fue más que un diálogo, un reto de parte de uno con el otro. No, ésos no, el otro con uno. Tal vez la persona sea usted. Tal vez sea el autor. Tal vez sea yo. Tal vez yo sea el autor, pero también el castigado tras leer esto. Como sea, lo que se pudo escuchar entre choques de cucharas de plata con tazas de porcelana, el sonido de las cafeteras y camareros preguntando “¿qué desea ordenar?” lo siguiente:

Él- ...No. Pero ese es el tema. Si hay algo que aprendí es que no se deja de ser uno mismo por otra persona, sea novio o amigo o familiar. Se es uno mismo y así es como se acepta.

Y sí, sé como sos, porque yo también fui y soy así. Pero yo no dejo de ser yo... y la persona que me quiera me tiene que aceptar tal y como soy... incluso si ese SER incluye hablar con gente o interactuar con personas que a mi no me van o que me generen celos. Ya que, por más que quieras estar con esa persona, vos te enamoras de su forma de ser

y los celos cambian esa forma... Pasando lo siguiente:

Se subordina como vos... y termina gustándole esa arcilla que formó a su gusto y parecer, con lo que a vos te pueda traer problemas de una forma u otra, no le importa o le hace frente a esos problemas, cuando en realidad vos no querés esos problemas.

Cambias y la persona deja de quererte porque…por sus celos de mierda ya no sos la persona que eras...al menos no la que era antes de sus celos de mierda, y por ende, cambiás a la otra persona.

Por eso es que ME ODIO cuando soy celoso porque es una forma inconciente que tengo de CAMBIAR a lo que (o a quien) a mi me gusta y si el personaje no tiene eso en cuenta... no tiene la certeza de que está enamorado de una novia que formó él... no de la novia que sos vos.

Ante tal displicencia y desarrollo de palabras tan seguidas, llenas de ira y estupor a la vez; una seguida de la otra cual link de página de Internet que no tiene espacio entre cada palabra, la segunda persona responde asombrada y al mismo tiempo atónita mientras muerde la punta restante de su sacramento:

Ella- Tenés razón.

El personaje se levanta, recoge su corbata anclada en la silla, retoma su billetera y deja uno de cien. Le da el último sorbo a su té y se retira, sin antes decir sus últimas palabras:

Él- Ya lo sé... lo aprendí por las malas.

1 comentario:

  1. Tan cierto! Perdón por citar a Arjona,jaja pero... "Si me gustaste por ser libre, quién soy yo para cambiarte". 1+1 no da 2 en las relaciones de los hombres... ni de las mujeres, ni de los hombres con mujeres y vice :)

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Lo que uno opina conforma a la creación de un castillo de ladrillitos LEGO cada vez más grande que si lo armara yo solo. Gracias por sumar tu ladrillito de color rojo, verde, azul, tú dime :)