martes, 10 de mayo de 2011

Mis frases 11

-No hagamos de la educación un negocio de pocos, sino un compromiso de muchos-

Fama (más comprometido que nunca)

domingo, 8 de mayo de 2011

El narrador

Llegado al caso me pregunté cosas muy simples para la primera hora del despertar:

1) ¿Hace frío afuera?

2) ¿Qué desayuno?

3) ¿Qué ropa uso de nuevo?

En cuanto a la tres es un problema pues mi ajustada economía, muchas veces no me permite darme el lujo de tener camisas sin arrugas ni canas. Cuando se solidariza algún contacto en los bajos suburbios de esta ciudad logro conseguir una presentación de la cual muchos burgueses de época con sus más bellos atuendos envidian y, por qué no, imitan. Pero la situación se me presenta tal y como te la describo, un desorden espacial con respecto a mi ropa y el terreno que yo llamo hogar. Cuando tengo mucha suerte encuentro el calcetín menos usado detrás del microondas. Pero no por una cuestión de desorden, sino por falta de tiempo. Esto de tener que viajar por favores o por huir de algún padre resentido por haber desflorado a su más bella hija, por no decir lastimado, conlleva a que tenga que improvisar viajes que pocas veces salen como uno no se lo planea.

Sin embargo, yo me pregunto, ¿es esto obra mía? ¿Por qué se me da esto? Si seré parte de una historia de algún autor, de algún narrador que relata mi vida y desarrolla mis trágicas y ardientes aventuras. Si seré una especie de resultado del pensamiento del intestino del destino al que mi suerte destino. Atino a decir que este es el caso donde el narrador soy yo, y que el destino no es más que mera casualidad del tiempo, el compañero de los minutos que los hace más lentos o más rápidos. Justamente, el narrador en este caso soy yo, y el destino son los renglones donde transcribo mi vida. No hay cosa más seria que la seriedad con la que se dan esta serie de eventos donde sólo yo, y nadie más que yo, soy el responsable. Giraré como un yo-yo, pero quien sostiene la piolita de los hechos es mi mano.

domingo, 1 de mayo de 2011

¡Pero qué futre!

Bueno gente, sí me ausente como los mejores, pero es debido al pasaje de vida por el que estoy releyendo muchas cosas (facultad), además de nuevas metas y desafíos, pero principalmente, como sucede casi siempre desde que tengo este blog, perdí mi inspiración. Aunque ahora demuestro por un momento lo contrario. Fruto de improvisación de una catarsis y para mi trabajo como profesor en un taller para niños, inventé una historia del Futre donde reúne de una forma bastante aceptable (al menos para mí) todos los pocos datos que conseguí en internet para mi trabajo. Espero que les guste.


Érase una vez, en un pueblito de Mendoza llamado Uspallata, a principios del siglo XX, se estaban iniciando los trámites para construir el tren que comunicaría al país de la Argentina con el de Chile. Una de las bellas tardes de tal hermoso lugar mendocino, un grupo de inversores ingleses llegaron al pueblito para dar una mirada rutinaria sobre el lugar donde llevarían a cabo la construcción de un ferrocarril, fruto de sus inversiones. El poblado, asustado por tal intromisión extranjera no recibieron de la mejor forma a los británicos. El alcalde del lugar tuvo que acudir avisando que eran inversores y del desarrollo de tal trabajo en su pueblo, por lo que, si de ser necesario, pueden preguntar los beneficios de tal obra industrial a los allegados.

Entre el poblado que preguntó, se encontraba Ludmila. Ella era una jovencita de unos 18 a 20 años, no se sabe muy bien, de pelo castaño que pasaba sus hombros, unos ojos castaños también que quemaban de calidez la profundidad de cualquier mirada y una boca que la sonrisa era el estado de perfección que se podía presentar en tan bello rostro. Ludmila era la mayor de 4 hermanos, los cuales cuidaba y atendía ella misma pues son huérfanos de madre, y el padre aparecía muy pocos fines de semana para ayudarlos. Junto a ella se encontraba Germán, el pretendiente de la señorita, no oficial para ella, pero bastante insistidor y también pesado. Germán si bien, era fuerte y fornido, trabajaba como leñador en el pueblito, aunque no se destacaba por un gran intelecto, pero si por una gran cabeza.

Si bien, Ludmi fue a averiguar qué posibilidades había de que su padre pudiera trabajar en el ferrocarril y pudiera vivir fijamente en su casa para que no se escapase. Con quien habló es con el protagonista de esta historia. Su nombre era Foster, inversor ingles de las tierras de Liverpool de unos 24 años, caballeroso, pulcro, educado, flaco y alto con un bigote de estilo francés (si, francés aunque sea inglés). Pudo hablar perfectamente ya que su padre era español y por ende conocía su lengua desde tempranas edades. A parte de contestar todas las dudas de la señorita, podía denotarse que, a pesar de su gran timidez, veía de una forma muy distinta a Ludmila a comparación de otras miradas con otras personas. A pesar de ello, tuvieron que retirarse los inversores y la agradable tarde respondiendo preguntas tuvo que finalizar con un "good bye".

Pasaron los meses y con ellos vinieron grandes camiones con una gran cantidad de materiales. Plomo, hierro, metales, arena, piedras. Con ellos vinieron empleados y trabajadores no sólo del interior de Mendoza y Argentina, sino que chilenos cruzaban la frontera para trabajar. Una vez iniciada la construcción, una vez por mes, llegaba un inversor para asegurarse que la obra se estaba llevando correctamente. Al quinto mes, llegó Foster. Tras su llegada, se encontraba Ludmila, quien, al no llevarse bien con los otros inversores debido a las diferencias étnicas, o porque no sabían español o simplemente por ingleses, decidió esperar a su inglesito entendido.

Sólo podrá quedarse tres días le indicó el inglés, pero la pueblerina no tenía ningún problema. A todo esto, Germán no estaba muy contento con la idea. "¿Por qué con él se va a tomar una agua-ardiente a mi bar y conmigo no?" eran unas de las tantas preguntas que aumentaban los celos del fornido pretendiente. Esto implicó realizar un plan con Emanuel, el hermano menor más grande que tiene Ludmila. Le inventó y engatusó con una historia donde el inglés sólo quería abusar de Ludmila y hacerle cosas malas, cosa que al hermanito no le caía muy bien, sino que le caía PEOR de lo que se imaginan. Emanuel se caracteriza por no sólo ser de pequeña estatura (por su edad de unos 14 años) sino que también, al querer tanto a su hermana era su "guardabosques".

Ya al tercer día donde el inglés partiría, decidieron efectuar, Emanuel y Germán, su plan para deshacerse del inglés y todo su galanteo para con Ludmila. Ella al invitarlo a cenar, se prestaba para que Emanuel lo invitase una copa al bar de Germán. El hermano insistió que se quedara debido al peligro que podía pasarle a Ludmila al salir siendo ella mujer (típico machismo de la época o gran sobreprotección atemporal). En el bar, Germán comenzó a "enpedar" al inglés con tragos de todo tipo con diferentes formas de hacer salud:

"Por el ferrocarril"... Trago ... "Por usted" ... Trago ... "Porque es inglés" ... 5 tragos más... "Por Ludmila". A lo que el inglés, ya en su poca conciencia exclama, yo jugaría muchas cosas por Ludmila, y tras una confesión de amor a su pretendiente, decidieron apostar. Jugando al truco, aprovechando su embriaguez, Germán logró ganarle el sueldo de sus empleados, lo que traía en la billetera, parte de sus acciones en el ferrocarril y hasta su cabeza. "Daría mi cabeza por Ludmila" dijo enamorado el inglés, y por ello accedieron. Sin entender nada, Foster salió con Emanuel del bar, triste y dolido por haber perdido hasta el mate. Cerca del barranco por donde pasaba el tren, y con Germán detrás, Foster fue empujado. Cayendo de tal altura, paró su cuerpo casi muerto sobre las vías terminadas del ferrocarril. Buscándolo desesperado, Emanuel y Germán no se percataron de que un vehículo de prueba estaba pasando por esas mismas vías. Esa noche, Foster fue separado su cabeza de su cabeza. Ambos sorprendidos al encontrarlo, lo decidieron ocultar, no se sabe si en una de las grietas que había por ahí cerca de las montañas o debajo de las vías aún no terminadas del ferrocarril.

Le dolió la noticia de la partida del inglés, inventada por Emanuel (tuvo que hacerlo el hermano porque ni se animaba de mentirle el infeliz de Germán). A todo esto, el pretendiente, año después, logró su cometido y se casó con Ludmila. Y para el año que fue terminado el ferrocarril, decidieron irse de luna de miel a Chile.

Esa noche que partieron, a pocos kilómetros del pueblo, el tren se detuvo. Germán intentó abrir las puertas del vagón donde solos se encontraban, no pudo. Las luces empezaron a titilar. Las ventanas eran golpeadas bruscamente por el viento. Pudo entrar a la locomotora donde se suponía que estaba el conductor, pero este no se encontraba en su puesto. A Germán lo consumía el miedo. A Ludmila, tranquila por su simpleza no se percataba que se estaba moviendo el vagón. En ese mismo instante, al girar Germán hacia la otra puerta del vagón, una silueta aparece del suelo. Tenía una gran facha tal aparición, un poco MUY pálida la cara, era larga y flaca y con un bigote estilo francés muy demarcado. "FUTRE" Gritó Germán. No se sabe si por la pilcha que clavó ese fantasa (que eso significa FUTRE, o sea, FACHERO) o porque no recordaba bien el nombre de Foster. Ludmila, sorprendida pero no asustada, miraba con detenimiento a Foster. El hombre, con una expresión en sí triste, saludó a la muchacha y le dijo:

-Perdoname Ludmila.

-¿Por qué Foster?-preguntó Ludmila.

-Por perder la cabeza. La aposté por vos y la perdí.

-¿A quién se la apostaste?-dijo extrañada.

Apuntó a Germán. A todo esto, el gran y fornido leñador estaba titiritando del miedo. El ya conocido Futre se le acercó y se puso las dos manos en su cuello como si fuera a ahorcarse. En un lento y armado movimiento, el fantasma logró extirparse la cabeza. "Pago mi deuda" replicó la cabeza, sostenida por la mano del brazo del cuerpo sin capocha. Germán no tuvo tiempo de gritar que rompió bruscamente la puerta que no se podía abrir más temprano y salió huyendo dirección a Chile sin saberlo. Volviendo al vagón, el fantasma decide tomar con las dos manos su extremo pensante y, acercándose a Ludmila, le da su cabeza diciendo: "ya que a quien le aposté mi cabeza no la quiere, decido dársela a quien realmente pertenece. I love you, Ludmila." La bella muchacha tomó la cabeza, y con una gran tristeza decide besar la mejilla de la misma dicidendole después a los ojos: "no puedo vivir enamorada de un fantasma, perdoname Foster". Salió del vagón y se fue por las vías hacia su pueblito. El dolor y tristeza de Foster o, ya conocido como, El Futre, lo conllevaron a buscar a Germán y hacerlo perder por todo el camino asustándolo.

Dice la leyenda, desde bocas de gente como Germán, que el Futre es un fantasma maligno que le corta la cabeza sangrientamente a quienes se interpongan en su camino, cuando en realidad era la venganza del inglés, perderlo haciéndole creer que lo iba a matar. Y dice la leyenda a voces de gente como Ludmila, que es un fantasma inofensivo, que va por las rutas y caminos de la montañas de Mendoza y Chile, y a veces, de San Juan, que con su caminar desdichado trata de no molestar a los viajantes, se encuentra como inofensivo pero adolorido pues perdió la cabeza en un juego, en un accidente o en una ilusión.

(Versión adaptada de mi relato para los niños, para lectores con más necesidad de detalles)


Famita Mendocino