
Tantas
tantas habitaciones, que en su momento no lograron encontrarse. Por ahí sentían
la voz del otro. Por otras creían ver una sombra, y en realidad era más
oscuridad. Cuando más cerca estaban de ellos mismos, uno entraba a uno de las habitaciones
donde se cerraba la puerta desde afuera y no dejaban salir. Logrando que la búsqueda
siguiera así. En esa habitación donde la ignorancia cerró el portón, él o ella
se subían a una calesita empujada por el miedo, que daba muchas vueltas encima
de los pensamientos. Tanto era el ruido que hacía al girar, los chirridos de
una columna desgastada y oxidada que mantenía firme la calesita, no dejaba
escuchar el intento del corazón de detener tal enrosque. A pesar de que la
calesita se rompió, y por inercia salió disparada por todo el cuarto, destruyendo
parte de las paredes, parte de las ventanas, hasta el sillón que adornaba el
lugar, el corazón seguía con un latir cada vez más acelerado.... intentando explicarse.
En una de esos contrasaltos, el corazón salía lastimado, y se subía a la
calesita… tal fue el peso que rompió la pared que separaba esa habitación, de
la guarida donde se conocieron alguna vez… donde estaba ella o él.
Él… o ella…
o los dos… ambos quisieron detener tanta vuelta rompedora. Encima, la piecita más
hermosa del castillo empezó a desmoronarse con los gritos del choque. Los
golpes de las miradas en desencuentro. Los dedos que apuntaron a detener la
cosa, no para que ninguno salga lastimado, sino para que a que uno no le duela
más. Quisieron agarrar el freno con las cuatro manos, pero sin estas tocarse. Las
fotos eliminadas en un fuego de pura calentura, que no podían apagarse. Intentaron
matarlo con las manos cortadas de la almohada de alambre de la otra pieza, casi
apagan la última ceniza al traer tanta agua salada. Ella se cansó de arreglar
todo, él se cansó de ordenar. Se cansaron de no poder jugar. Se cansaron de
tanto dar vuelta, terminaron mareados, querían ver algo que no se moviera
tanto. El corazón de ellos quedó intacto, pero la cabeza dio tantas vueltas
como la calesita de recién.
Él le
ofreció salir. Pretendió entenderla. Supo aceptar su partida. No quiso que
llegara este momento.
Al otro día…
Todos los días después, él pensó que ella volvería y se escondería en una de
las tantas piezas que la parca seguía construyendo con la indecisión, ayudada
por el enojo con material que traía la mentira. Entraba a habitaciones que
nunca había visto, habitaciones como de pura soledad, donde ingresaba y se perdía
en un espiral de la cama, donde veía imágenes sin forma, ni color ni negros ni
blancos, una nada totalmente representado. Otra habitación de pura creencia del
ego, donde pintada con colores que la mentira prestó, dio lugar a una ventanita.
Él intentó ver por ahí, y encontró a su damisela. Ella estaba construyendo un
muro. Una muralla de diferentes tipos de ladrillos. Ladrillos, piedras, paja,
escoba, medias, polvo, viento frío y seco, de todo, ayudada de un hermano suyo,
un tal llamado Orgullo. Él la invitaba a volver, así jugaban. Ella se negó. Le
ofreció quedarse en una sola habitación. Ella hacía como que no lo escuchaba. Vaya
uno a saber si él o ella se extrañaban, si quería que uno fuera a la punta de
la edificación del otro y que lo abrace. Que le partiera la boca con un te amo
traducido con besos y lágrimas. Sentir la cosquilla de la barba de él, o sentir
el calor de ese pecho que sobrelatía de corazones de ella. Vaya uno a saber.
Lo sacó de
esa ventana la molestia. Le pidió que fuera a ordenar la habitación que rompió.
Donde estaba la calesita. Él quería seguir, por lo menos, mirándola, aunque
ella no le diera bola. Pero esa ventana que la mentira permitió, fue tapada por
el hermano que ella tenía. Él entró y vio el agujerazo que dejó la calesita.
Pero en vez de ordenar tal desastre, prefirió ver ese lindo cuartito que ambos
construyeron juntos con sus piedritas. Todos los muebles donde juntos se
aguantaron. Una camita tranquila, sin muchos lujos, pero llena de lo que nunca
tuvo por las noches ni por los días, una fantasía pintada de ilusión cuando
soñaban juntos. Trajo un secador, pero el piso seguía mojado de tanta sal, que
se arruinaron las baldosas del lugar. Las fotos salían con los rostros en
cenizas. Las cenizas hacían que la molestia tosiera, a tal punto que ella misma
fue la que barrió tal desorden. Porque a él las cenizas le daban una reacción
alérgica… haciéndolo mojar la sal del piso.
Días varios
pasaron. Lunas que no se hablaron. Soles que brillaron más que la estrella de
las sensaciones que ya no se encontraban en la piecita arruinada, sino que se
perdían en esos cubos hechos de paredes de puro miedo. El sol no le llegaba por
el muro que ella construyó.
Un día, el
ruido de tanta construcción cesó. Salió al patio donde miraban estrellas y a
penas alcanzó a ver la punta de la última torre que la parca construyó con
tanta ayuda. Era un día nublado porque hasta las nubes oscuras pudo ver, que
acariciaban tanto esfuerzo contenido. A la par, al ladito de lo que era ese
castillo, empezaba el gran muro que ella hizo. Bastante trabajador el hermano
que tenía. Quiso escalarle. Su hermano se lo encontró, le dijo que podría
prestarle dos picos para subir tal muro, con el que él fanfarroneaba. La
verdad, un muy buen constructor el querido Orgullo. Este le avisó que en alguna
parte de la muralla estaba ella, pero seguro estaba en la punta de la misma. Sin
pensarlo dos veces, comenzó a escalar.
Un poco más
de dos meses él logró subir. Ella estaba llorando todavía. Desabrigada de tantos
abrazos. La cubría un velo de enojo. El quiso escucharla, pero por más que ella
le explicara, él no supo entender. Ella no lo quiso imaginar una vez más.
Aunque él, logró subir, ella decidió llamar a Orgullo. El querido fue
solicitado para que traiga más material, que mañana mismo seguiría levantando
el muro. El tipo estaba chocho porque le encantaba trabajar y llegar a lo más
alto. Era su meta, no la de ella.
Él la
amenazó diciendo que ella lo seguiría viendo. No en su imaginación, sino que él
construiría cada vez más grande este castillo para que, aunque sea una punta,
ella lo vería. Confundida no entendía cómo lo iba a lograr. Si tanto tiempo pasó
y nunca pudo alcanzarla, ¿cómo lograría su meta? Su hermano se le ofreció a
ayudarlo, pero para eso, tendría que repartirse, por lo que lo empujó al vacío,
y le avisó que llegaría ni bien se liberara de la muralla. La caída del chico
fue grande y larga. Fue un gran dolor el haber sido rechazado. Más que el haber
caído a tal altura, con tanta velocidad, en un piso que en vez de flores, en pinchos
y piedras cayó. Piedras que no construían más que un castillo de soledad y frío.
Esa noche,
él se encerró en el cuartito que rompió, que en un principio construyeron,
donde se juntaban a cada rato. A programar un futuro. A armar una idea de lo
que sería seguir varios desafíos, y lo hermoso que era verse desde otro ángulo.
Un beso que los hacía volar a un pastizal de maravillas de amor. Un abrazo que
los envolvía en un loquero de enamorados. Unas miradas que los cegaban del
brillo. Un calor que calentaba como una llamita, tan pura y amarilla, que
necesitaban cada vez más aunque los hiciera arder la piel. En esa piecita donde
ambos se morían en sueños, el se resfrió. Llorando, se le tapó la nariz, mojaba
con un ácido de indecisión el piso. No sabía qué hacer, tenía un gran dilema.
Si lo
ayudaba Orgullo a construir el castillo, tendría solamente una mansión para un
alma sola. Una indecisión que transitara todos los pasillos, y más que nada, un
ego de torres tan altas, que el solo recorrerlas hasta la terraza no les dejaría
(a ninguno de los dos) tocar el piso y arreglar la morada. Si él no pedía ayuda
y decidía terminar con tanto dolor, romper tanta edificación vana ladrillo por
ladrillo, nunca lograría verla siquiera, y se quedaría sin un hogar, vagando en
el horizonte perdido, buscando la vuelta de tal muralla. Si no pedía ayuda a Orgullo
y construía un castillo a parte él solo, nunca sería suficiente ni más grande
que el castillo que la Parca
empezó a armar, y siendo este más grande, pensando que tanto defecto subía,
ella nunca querría toparse con ello por lo que jamás podría ver la moradita que
él quería hacer. No sabía cómo seguir.

Fue momento
de un nuevo inicio. El ego, el Orgullo trajeron a las Ganas: de superarse, de
esperanzas, de poder, de sonreír. Todos juntos, con Él, empezaron, ladrillito
por ladrillito a construir un nuevo castillo. Tenía habitaciones donde aparecían
cuadros bastante graciosos, de momentos donde la risa de Él era cuando más
brillaba. Otras habitaciones donde las camas eran un cofre de ideas para
mejorar la decoración de las habitaciones donde la caprichosa de su prima, la Imaginación , volaba
con su batuta dirigiendo ideales con el corazón.
Años
después, muuuchos muchos años después, un día soleado, Él empezó a armar una
nueva habitación con Proyección, cuando de repente, Orgullo, su amigo de tanto
tiempo, le avisó de las nubes… se divisaba como el final de esa pared que tanto
quisieron superar, pero que después de un tiempo decidieron abandonar tal desafío,
prefiriendo centrarse en crear un mejor hogar. Al menos uno donde no hiciera
tanto frío, ni estuviera tan mal construido para tantas emociones. Sin embargo,
el amontonamiento de los sentimientos que tantas veces calló, le renacieron del
pecho y recorrieron a una velocidad pronunciada por los hombros, pasaron por
los brazos, los antebrazos temblaron y las manos empezaron a romperse los dedos
por poner un ladrillo encima de otro. Esperanza fue quien trajo más material
que nunca. Fue arduo el trabajo. La habitación estaba linda como para que
Creatividad se sintiera en una casa, pero Él no se sintió a gusto, diciendo que
podría ser más cómoda todavía, usando de escusa para llegar a la cima.

Pasado un
día más de puro buscar, lo encontró. Estaba parado, lagrimeando. Nunca se supo
si de alegría o dolor. Pero la veía a ella. Estaba en el piso. En el piso, había
un dibujo. Era un dibujo donde se veía la enormidad del asunto. Mostraba la
construcción más grande de todo el mundo. Más grande que esa muralla donde
Orgullo ayudó, más grande que cualquier otra muralla pudo haber hecho, más
grande y hermoso, mucho más maravilloso y alucinante que el nuevo castillo que Él
construyó. El asombro de Orgullo fue casi tan grande como lo que el dibujo
aparentaba, más grande que los gotones que él soltaba, mucho más gigante que la
espera de ella.
El dibujo eran ellos dos, sin ningún orgullo, abrazados dentro de un corazón. Sin ningún EL ni ninguna ELLA, sino un NOSOTROS que envolvía el dibujito de tierra.
El dibujo eran ellos dos, sin ningún orgullo, abrazados dentro de un corazón. Sin ningún EL ni ninguna ELLA, sino un NOSOTROS que envolvía el dibujito de tierra.
La simple
moraleja de esta fantasía no sé si es que a veces nos encerramos en una
habitación donde pensamos tanto que el miedo empuja una calesita que puede
lograr que se rompa o destruya algo tan lindo que se construyó de a dos, donde
incluso es tan fuerte el ruido del enrosque, que no se escucha al corazón.
Tampoco sé
si es que de a uno no se puede construir cosas que se han hecho tan
armoniosamente de a dos, sobretodo si es un castillo de malas emociones, pero
que si esas emociones dejan de construir tanta edificación de incertidumbre,
uno puede seguir subiendo.
No sé si también es que muchas veces, es mejor sentar pies en el suelo, que seguir subiendo buscando algo que no está tan arriba.
No sé si también es que muchas veces, es mejor sentar pies en el suelo, que seguir subiendo buscando algo que no está tan arriba.
O tal vez
que no se puede destruir algo que se es, o se hizo, pero si se puede dejar
atrás una vez que uno aprende a hacer un castillo bien hecho. No se puede
destruir de la memoria lo que uno ya construyó, lo que es, pero si se puede
superar.
Lo que sí,
es que pueden pasar días, meses, años, soledades, risas, lágrimas, enojos,
miedos, dolores, ira, ego, muerte, miseria, triunfo, superaciones, caídas… pero
NUNCA, JAMAS, EN LA VIDA ,
el ORGULLO va a ayudar a construir un castillo o una muralla TAN GRANDE… HERMOSA…
ÚNICA…INOLVIDABLEMENTE PRECIOSA… FANTASTICA… FUERTE, FIRME, CALIDA, MARAVILLOSA
Y ENORME… como un ABRAZO, con un BESO hechos de puro AMOR que nace y vive con
los pies en la tierra formando el NOSOTROS.